lunes, 26 de abril de 2010

Nuestros cambios tontos

Los estados emocionales tienen muchas fases, pero la que nos suele resultar más curiosa (o por lo menos a mí) es esa en la que habiendo perdido toda esperanza, habiendo estabilizado el mundo aceptando la soledad, surge una nueva oportunidad, en el momento más indeseado. Este punto ahora no ha llegado, pero sí lo experimenté en su día, al igual que otras personas. La casualidad es tan caprichosa como cualquier momento, no mira hora ni lugar. Pero prefiero no pensar mucho en ello, ya que ahora lo rechazo mentalmente.

Otra causa graciosa de los desengaños son las catarsis, es decir, los cambios radicales o paulatinos que comienza a elaborar una persona para no verse igual que en la época pasada, correspondiente al dolor o la tristeza. No es que el presente cambiante sea mejor, pero es una forma de aislar ese sentimiento de estancamiento emocional que se padece. Se empieza a viajar, a hacer deporte, a adelgazar, a cuidarse, cambiar la alimentación, escuchar nueva música, salir con gente distinta, hacer otras cosas... Un sin fin de dinámicas alternativas a las habituales para no rememorar todo el tiempo lo que antes era felíz y después no.

Esta vez no he optado por grandes cambios, ni piercings que me hagan cicatrices eternas, ni me destruyan la encía y me cueste operarme dos veces. Me sobran cicatrices ya, creo (de las que no repara un cirujano plástico). He elegido un cambio algo más interno, a modo de purgatorio, aunque puede que el físico sea inminente (y más grande).

Sinceramente mi concepto de belleza no es sólo el que expliqué, el contemplativo, más bien me inclino por sentir atracción por la imperfección, en el modo pragmático. No me gusta lo excesivamente correcto, lo ortodoxo, lo esperado. Me encanta lo improvisado, palpar la debilidad de alguien, una persona que se sonroja, percibir una leve tensión, quien se pone nervioso, quien posee pasiones ocultas, los hábitos infantiles no perdidos, los chicos sin afeitar, la gente que se peina poco y sonrie mucho, alguien que salta o corre por la calle, las miradas que te desmontan, las voces especiales, la gente que te mira directamente a los ojos, las personas que huelen bien, que te hablan porque sí sin conocerte... También reconozco que prefiero los cuerpos de aspecto más frágil a los de complexión atlética en exceso, las personas que a pesar de ser desenvueltas guardan algo de timidez, las manos que se expresan mejor que las palabras.

Mi hermano ya está bien, y en casa.

No asumo un año tan vacío y tan cruel. Me resigno porque no me queda otra. Sé dar gracias por el empleo aunque me robe tiempo. Sé dar gracias por la gente que aún conservo, los nuevos y los viejos. Sé dar gracias por mi salud, que aunque tenga algunos sustos sigue siendo buena. Y por todo lo que podría hacer aunque no haga. Pero... hay un 'pero', que suele ser el pilar fundamental de la autorrealización en mi existencia. Esto es algo que algunas personas no entienden cuando oyen lo de "necesitar", realmente la necesidad surge de la manera en que uno necesita dar, no tanto de lo que se recibe. No todos podemos estar de acuerdo.

No hemos ido a Alicante; no hay botas nuevas.

Finde que viene SOS 4.8. Tengo como unas 10 alternativas de personas con las que ir, a falta de mi antigua amiga compleja (con la que últimamente sueño, cosas bastante agradables, normales, como siempre, así que seguirá siendo bonita nuestra amistad en los sueños, no contaminada por las dudas ni la suspicacia). No sé qué pasará, sinceramente. Lo bueno es que el sábado no trabajo porque es fiesta, y no me acordaba. Aún así viernes salgo a las 9...

No estoy preparada para encontrarme con cierta persona (que como diría Rapsusklei) "activa mi circulación nerviosa". El viernes salí un rato con mi hermano y la presencia de amistades comunes cerca me inquietaba considerablemente. No creo que la situación actual sea cordial, pero no lo sé. Sobre el silencio sólo podemos divagar.

Quiero un filósofo como yo en mi vida con el que chocar mil veces, teorizar, contrastar hipótesis, que me haga callar, que me desmonte, cuya tesis me trastoque y me haga llorar cuando llegue a casa, que de esperanza con otras, que me haga reir, que infunda en mí fuerza y valentía sin límites, que me valore y me respete, que quiera construir caminos convergentes y compartir conmigo esta vida eternamente irreversible.

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