sábado, 13 de julio de 2019

Besos, Anita

Hoy he estado cosiendo. Me gusta coser cuando puedo estar cerca de mis cosas, de la tela y las agujas, aunque ya no de la máquina. Es una tarea relajante que me ayuda a pensar creativamente.
Por supuesto, el blog es siempre el rincón que hereda los frutos del ejercicio mental. Y ahí va...

El dolor es siempre proporcional a la intensidad con la que uno ama, sólo que con el tiempo se aprende a llorar en silencio.
Casualmente los hombres con más baja autoestima son más agresivos en la cama. Nunca me he quejado de ello porque me parece excitante, pero lo he comprobado con una muestra significativa.
Hay personas que no pueden verse como iguales ante el resto, ni ante su pareja, y van construyendo sobre el miedo a ser desechados cierto día, sin darse cuenta de que minan poco a poco todo lo que quieren preservar.
El sexo es un modo de venganza, una lucha de poder donde por fin pueden sentirse dominantes, donde se dicen a sí mismos que mandan, y así podía ser.
Pero el amor no es una lucha de poderes ni egos, sino todo lo contrario. El dar prevalece al recibir.
Es curioso como alguien que tiene amigos y compañera con la que convive puede complicarse tanto la existencia hasta el punto de destruirlo todo.
Seguramente ese tipo de personas no pueden asimilar que se les ame tal cual son, con sus defectos y errores, igual que el resto de mortales a los que endiosan.
Pero no están preparados para ver que su dios es mortal, y de repente el día que ven tu imperfección algo no encaja en su cabeza. Se genera entonces la venganza, por no ser lo que ellos esperan. La venganza hasta tal punto que solapar su relación con otra relación les parece justificado, porque es otra forma de ostentar el poder. Un poder ficticio, que no hay necesidad de reclamar, porque el amor no va de esto. Pero su autoestima crece. Crece porque les encanta sentir la admiración, porque quieren sentirse endiosados por alguien que no les haga sombra, donde la lucha de poder ni se contemple. Y su fanática religiosa jamás le defraudará, pues su mortalidad ni siquiera se pone en cuestión.
Y así, en esa aspiración a lo divino, desde la concha del ser mortal anodino y de perfil bajo, se construye la coraza para afrontar la realidad desde la mentira de la fuerza y el poder que le otorga su adepta. Ya puede mirar con suficiencia a la persona que tiene a su lado, y a sus amigos, porque se siente legitimado por una traición que le genera personales beneficios.
Y así, cuanto más dure la mentira, mayor será la satisfacción. La persona a la que endiosaba ya cuenta con su traición como venganza, ya no será nunca más "más", siempre habrá perdido.

Y sí, yo he perdido, he perdido siendo absolutamente mortal, he perdido muchísimas cosas en un solo año. Pero siempre he sabido partir de cero.

Supongo que a los 60 años seré tan experta en perfiles psicológicos que más me vale estudiar psicología cuanto antes y hacer de mis fracasos un lucro. Quién sabe... Al menos, de momento, me da para escribir.

Besos, Anita.