domingo, 27 de noviembre de 2011

Felicidad (y amor absoluto)

Felicidad es pintar un círculo rojo en mi calendario. Felicidad fue empezar eternamente irreversible para declararme secretamente. Felicidad no fue borrar todas aquellas entradas bellas, tampoco lo fueron otras cosas. Tampoco encontré demasiada felicidad en el trayecto que recorrí después, pero ordené mi mente, y eso da felicidad. Felicidad es quedar con alguien para andar por el malecón, sobre todo si ese alguien es con quien quedo, que siempre da felicidad, equilibrio y buenos consejos. Felicidad es que alguien contradiga mis argumentos y hoy, 27 de noviembre, me sienta mejor persona gracias a eso. Felicidad es saber perdonar los errores del pasado. Felicidad es paz, y también es amor. Felicidad es estar sana.

Felicidad es llorar de felicidad, y llorar de miedo por ser felíz, por la posibilidad de serlo, por ser consciente de serlo. La felicidad a veces es tan secreta... y se guarda en una caja, y se espera... se espera... se espera siempre (hasta que me muera o más), aunque aparezca de vez en cuando. Sin felicidad no hay nada...

No puedo cansarme nunca de esperarla, ni de compartirla, ni de perdonarla, ni de soñar con ella, ni de vivirla, ni de amarla. Y ese es el germen de todo, de esto, es lo eternamente irreversible.

Lo mejor que tengo es el amor que vive en mi y mi absoluta capacidad de entrega, ABSOLUTA. Según la literalidad del término eso es incondicional, por encima de cualquier cosa. Si hay alguien, sinceramente, que no valore eso entonces ha perdido lo mejor que va a encontrar en esta vida. Porque en la vida hay muchas cosas, y la mayoría son fácil de conseguir pagándolas, pero el amor incondicional, que alguien sea incondicional realmente para ti, es algo que o te dan gratis por ser quien eres o no tendrás jamás.

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