lunes, 16 de diciembre de 2013

Romanticida

Soy una persona extremadamente romántica y creo en el amor sobre todas las cosas, de ahí que ante determinadas situaciones, con gente con la que sé que aún no me une un vínculo afectivo, las sabotee casi inconscientemente. Me pongo nerviosa porque es muy superior a mí, si lo pensara seriamente lloraría. No tengo sucesos demasiado emocionantes pero cuando ocurren, o están cerca de ello, quito la vista o trato de decir lo contrario. No pueden vivirse con cualquiera, no pueden recordarse sin ese sentimiento, sólo pueden parecerse en la forma y mostrarse un poco mágicos, y tocarte tambaleándote como si sonasen campanillas en un anime o manga, cuando aún no puedes permitir creértelo.

Sé que hay gente capaz de hacer vibrar tu interior sin sentir sinceramente nada, y tal vez por eso huyo, escapo a toda prisa de espejismos dolorosos a la larga. Pero ahora mismo están muy lejos... lejos en el frío.

Siempre he creído que el drama y la comedía se daban la mano, y que la tragedia por fin no tendría que ser tanta entre risas y excesos. Me gustan también otros géneros, como lo grotesco, lo malvado, lo siniestro, lo mítico... de ahí que disfrute con lo bizarro y las exacerbaciones. Creo que comedia y tragedia se encuentran en ellos, y por tanto tienen un sustrato común. Pero todo me parece hoy una percepción que aspira a una verdad incognoscible, o mejor dicho, inexistente, y hablar de acuerdos es presuntuoso. Amo los defectos y sin embargo no me permito ninguno. Estoy un poco gris, como el cielo.

Ni siquiera es tibio, es como cuando lo tibio se queda frío, sin ser completamente un frío helado. Un estado poco destacable que algunos llamarán calma pero yo llamo vacío, o al menos el antónimo de intenso.