miércoles, 13 de marzo de 2019

Compartimentos

Lo maravilloso de morir un día más suele estar en lo curioso de la relación con los demás.

De las muchas interacciones que experimentamos en el trayecto, algunas hasta son difíciles de recordar. Como he escuchado a veces hablar de amantes de bar que ni se recuerdan mutuamente. No es que esté relacionada con esa sensación, pero cuando te encuentras de repente con una persona que te suena sin saber de qué es algo interesante. Normalmente trato de hacer memoria, claro, pero no siempre es posible ubicarla.

En realidad hemos regalado minutos intensos que valen por vidas enteras. El tiempo también tiene calidad. Es básicamente como las personas que trabajan duro y las que calientan la silla para cumplir horas. Con los otros es igual. Pero el concepto cualitativo es también subjetivo. Lo que para algunos es un hito en su historia para otro puede ser un instante fugaz. Puedes ser ese recuerdo olvidado, seas amante, amigo o hermano.

Me gusta pensar que hay personas que valoran verme cada día y que otras me recuerdan y me echan de menos, tanto como yo a ellas. Que el tiempo no ha logrado borrar lo que somos el uno para el otro, o que la nueva realidad está construyendo momentos que en otro momento recordaré con cariño. El cariño... algo tan preciado y escaso...

Compartimentamos. Incluso las personas del presente no pueden ser las pasadas, siendo la misma persona. Si estás leyendo esto: no dejes que nadie destruya nunca su recuerdo. No se puede vivir igual dos veces, ya no eres tú, ya no es ella. Pero no importa, no lo fuerces, ahora es sencillamente diferente.

Algo que define el compañerismo es la risa, la risa que suena, la que te duele en la barriga, con la que acabas llorando. Volver a reírse es como un abrazo emocional, sin manos.

jueves, 7 de marzo de 2019

La deslealtad líquida

Últimamente este concepto ha tomado relevancia en mi vida sin desearlo. Por causas infundadas hasta que se demuestre lo contrario. Pero éste es mi blog y he venido a expresar mi parte.

Hace unos años leí sin querer los emails de una persona cercana que chateaba y se escribía de manera epistolar con otra que no era su pareja. Por supuesto, con un alto contenido romántico. Cuando le dije que lo sabía, y le expresé mi enfado, me dijo que él jamás había tenido contacto físico con esa persona, como si eso le eximiera de responsabilidad. Por supuesto, surge entonces la pregunta de qué define la fidelidad, la lealtad, el respeto, la sinceridad, lo que no te gustaría que te hicieran a ti, lo que rompe la confianza de un proyecto de pareja.

En la era de Internet esas cosas han dejado de importar para mucha gente, posiblemente la gente que ya no redacta emails de manera epistolar pero que practica el mismo juego que los millenials de últimas generaciones. Y no se toman la molestia de borrar su rastro, la deslealtad líquida no lo necesita porque se ampara en la privacidad de tu smartphone.

Pero yo sí escribo emails, y soy de las que cogen el coche y van a hablar con las personas que me importan si hace falta, y también creo que la deslealtad está más en el concepto que en la forma, y que no sólo se valida en lo carnal. Y sobre todo, me parece que si alguien siente la necesidad de hablar todos los días con otra persona que no es su pareja, alguien que no es un amigo o amiga, que de repente irrumpe con un claro componente afectivo, que de estar más cerca sería físico, que aparece en tu whatsapp a todas horas de lunes a domingo, puede que sin haberte dado cuenta seas una de esas personas que criticas en ocasiones sin incluirte.

Pero cuando eres tú supongo que la culpa no es tal, y la justificación es la misma que me dió esa persona: no es nada, es sólo un juego, no ha pasado nada entre nosotros.

A lo mejor tienes una obra de Arte enfrente, o estás dentro de ella, y estás mirando el móvil mientras la otra persona te mira pensando en todo esto. Y entonces la pregunta es: ¿Qué estás haciendo? ¿qué quieres hacer? Porque obviamente lo que estás haciendo no te satisface. Pero no estás haciendo nada...

Y la nada, la nada lo impregna todo de silencio. Y el silencio, como sabemos todos, es la muerte de toda relación.

Ha llegado el punto en el que cada uno es responsable de sus actos. Con treinta años no puedes esperar que venga alguien a decirte lo que está bien, lo que está mal... Más en cosas tan básicas.

La verdad es que últimamente no pido mucho, y como dije hace poco, no vivo al día, vivo al mes, porque cada uno me depara nuevos retos. Pero si algo puedo desear es que me quieran bien.

Ya no me pregunto por las consecuencias, porque es fácil localizar las causas. Procuro centrarme en lo que puedo controlar. Sé que soy responsable de lo que elijo.

Hace justo un mes de mi cumpleaños. Fecha que se perdió entre los días, como cuando todos estaban estudiando y no podían quedar, pero no es lo más importante.

Ojalá fuera de repente junio y todas las cosas que me afligen estuvieran resueltas. Ojalá no tuviera tanta ansiedad y no estuviese tan agobiada por la semana que viene, ni por mayo... Ojalá todo fuera como hace casi nueve meses, salvo lo malo, claro. Pero lo único que nos queda es seguir construyendo y no decaer.

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