domingo, 18 de noviembre de 2018

La isla

No hay un único camino para vivir la vida. Lo siento por quien habla de tiempo en vez de sentimientos, porque igual que no existen dos copos de nieve iguales tampoco existen personas ni maneras de quererse que sean extrapolables al resto. Es muy gracioso escucharlo de quien se pasa la vida acumulando fracasos, o simplemente no es nadie para predicar con el ejemplo.

En cualquier caso, son nimiedades que no logran afectarme demasiado.

Creo que si tuviera que hablar de la persona que ocupa mi espacio mental y al que aún no había asignado nombre en clave, podría ser el chico del verano. Y aunque parezca que esto está ligado a la fugacidad de amores que se desvanecen a su término, no lo es. Supongo que sí podría decir que la intensidad del calor abrasador dura tres meses, a pesar de que muchas personas sueñan con un eterno verano. Si por sexo se entiende yo también. Pero sabemos que no es propio de nuestro clima, sobre todo si eres una chica de invierno...

No es que en esencia se contrapongan, es más, creo que tienen mucha más similitud que cualquier otra combinación, pero supongo que la mezcla acaba en tibieza, que espero solucionar.

Volviendo a lo fundamental, no sólo es porque me haya salvado de otra tragedia veraniega, es que todo lo que me inspira es tranquilidad, claridad y calidez. Los detalles y los colores que me gustan de una estación en la que nunca pasaba nada bueno. Pero algún año tenía que cambiar...

Incluso en otoño esos detalles persisten, igual que salen pecas porque el sol sigue brillando.

Ojalá pudiera ser más cálida, y menos dura. Ojalá no estuviera tan acostumbrada a combatir la adversidad como si nada pudiera destruirme. Y, sin embargo, por dentro soy bastante vulnerable, sensible, y, a veces, inestable. Y suelo tener miedo de expresar mis deseos y pedir, de sentirme expuesta, de mostrar que necesito... y caigo en la vergüenza, y la culpa, y me voy destruyendo en mi propia frustración, que no suele ser más que el fruto de la inseguridad y las barreras que limitan mi expresión y me aíslan, más aún, de lo que quiero. Qué estúpido...

Pues sí, así soy. Y así quiero dejar de ser.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Sin bromas

Adelante, no hay otro camino.

Las ganas de escribir aparecen como ese gato seductor que se cruza en tu camino y no puedes dejar de mirar. Otros días no aparece. Y eso me separa de ser algo más que una observadora.

Es una cuestión de prisma. No sé si fue por volver a ver Watchmen y escuchar de nuevo I'm your boogie man, o por el día de soledad, melancolía y lluvia, que cristalizó en la visión clara de la tormenta más allá de las nubes, sin que la lluvia me tocase, como un paisaje de lo que podía estar por venir... Fue eso y cómo soy. Porque el bueno y el malo son arquetipos de perspectivas distintas en una realidad poliédrica, cuestión moral, cuestión legal, cuestión afectiva... El caso es que mi propia convicción, el hablar con la verdad absoluta, podrá ser inspiración para algunos y rechazo para otros. Al igual que no podemos distinguir entre si Rorschach es un villano o lo es Ozymandias, porque son héroes al mismo tiempo.

Y así, lo son también algunas personas.

Demasiado pasado a nuestras espaldas siendo jóvenes aún. Atrapados en esta broma pesada del 'regalo de la vida', mientras seguimos aquí, en la picadora de carne humana. Algunos han entendido las reglas del juego y ven oportunidades en este capitalismo desbocado que es causa de los trastornos que nos afligen, y lo hacen bien. Otros en cambio siguen sin estar adaptados.

No puedo decir que sepa todo acerca del sistema, pero lo que conozco me resulta hostil y despiadado, hipócrita y desprovisto de principios, un lugar donde a los idealistas y hacedores se les arrincona y maltrata en pro de aquellos cuya meta pasa por endiosar a las personas "correctas". Creo que sólo me apetece observar ahora, en mi teoría habitual, y llorar un rato en el coche de camino al trabajo, mientras redacto, y suena música techno que no me importa, cuando antes en mi coche Billy Meier hablaba de besar la lluvia.

Ese paisaje del que hablaba sólo era evocador de lo que ya me ha pasado, otras veces, de mi propio miedo, así que como decía, sólo me queda seguir, porque no hay nada que pueda hacer contra las opiniones ajenas, la desidia, el rencor, la decepción. Nada más que proteger lo que perdura más allá de lo que somos...

Sigo sin saber cómo acabará este viaje, porque en realidad sólo importa el camino. El final nadie lo ve hasta que se acaba.

Continuará.

jueves, 23 de agosto de 2018

El camino al matadero

Cuando empecé a trabajar en aquel diciembre de hace casi cuatro años, coincidía muchas veces en la carretera con camiones llenos de cerdos. Los miraba, en su condición de esclavos atrapados, y miraba nuestro coche, donde por aquel entonces éramos cinco hacinados. Y pensaba sinceramente que nuestro camino era semejante. Ellos van al matadero, van ese día, a esa empresa cárnica. Serán procesados y morirán. En su condición de esclavos del sistema no pueden decidir. Pero nosotros... Nosotros asistimos cada día, y vamos muriendo en cuotas pequeñas, diarias, y deseamos que llegue el día en que no nos toque trazar de nuevo esa ruta. Pero también somos esclavos, esclavos con conciencia de serlo, y lo que es más atroz, con voluntad de no serlo y capacidad para decidir.

La fortaleza a veces reside en saber decir basta y virar tu rumbo si es necesario, para que esta tormenta no se lleve lo que queda de ti.

Suelo sentirme fuerte en relación a la mayoría de personas que conozco, pero divisar a simple vista el horizonte al que quiero llegar no me resulta fácil. Como la mayoría, tengo muchísimo más claro donde no quiero estar, lo que no quiero ser, lo demás son las oceánicas posibilidades.

Reconozco que el camino al matadero ha conllevado conseguir aquello mismo que me librará de seguir sacrificando mi existencia y desperdiciar prácticamente once horas al día.

Soy capaz de ver por qué tenía sentido, por qué sigo un día más. Pero reconozca el buen lector que este tiempo verbal es ya pasado y que el momento de ser fuerte y valiente es inminente.

En esa empresa estamos...

martes, 24 de julio de 2018

Adiós al pánico práctico... y gracias

Supongo que aunque me haya pasado años obsesionada con la infinitud y la teoría de lo sublime nunca me había atrevido a avanzar sin mirar un momento atrás. El paso decisivo en que, a pesar del vértigo, te atreves con el siguiente, y luego otro, sin cuestionarte. Quizá esa libertad que deseaba estaba más en mi propia convicción y en aprender a fluir.

Adiós, adiós... a todos los sacrificios sin recompensa. La ligereza de encontrar un camino que se hace fácil siendo natural. Amar al tiempo que respiras.

No hay ya día que no sonría, que no mire más que hacia el futuro brillante que ahora es real. Que no de gracias por la suerte de un día más. De la oportunidad que hemos construido. Aún no sé cómo llamar a la mitad que completa mi historia. No puede ser un cachorro quien practica un amor salvaje, o quien desborda simplemente lo imaginable. Con el equilibrio perfecto entre sensibilidad y pasión, en cualquier acción que practiques. Desde el primer gesto al último, en una armonía que resuena en mi mente a todas horas.

Esto es estar realmente viva y no lo que hacía hasta ahora...

Ni una gota de pánico.

[Hoy escuchando Izal - Pánico práctico]

miércoles, 4 de julio de 2018

Seventh Heaven

Igual que no se está nunca suficientemente preparado para el desastre, tampoco nos sentimos preparados para la felicidad. Tal vez suene irónico, pero en el transcurso de los fracasos hubo sencillamente un momento en que las esperanzas en relación a lo que sería ese gran futuro, se vinieron abajo, y quizá fue ahí donde olvidé lo que importaba mi propia felicidad. Lo que secretamente me identifica, me representa, me describe, me apasiona... eso a lo que he dado de lado en pro de otras personas o he tenido que vivir en soledad, ahora, de repente, importa.

Lo de renunciar se hizo tan habitual que desear fuera del marco era un acto de osadía. Con perspectiva, fue una forma de quererme poco. A pesar de conocerme más.

He pasado mucho tiempo rogándole a la vida una oportunidad, y en muchos aspectos la he tenido. Pero en otros, te la tienes que dar.

Supongo que el miedo es una barrera poderosa tengas la edad que tengas, y que perder el equilibrio o quebrar la rutina es terreno donde arriesgar, y se nos suele hacer cuesta arriba. Pero dar el paso puede tener asombrosos resultados.

No soy demasiado cobarde, así que todo comenzó con un impulso. La idea de cambiar completamente mi contexto sentimental. Lógicamente, en un mes no se puede esperar que tu vida cambie. Pero lo ha hecho.

He conocido a alguien que demuestra la existencia de ese tipo de personas que crees que a partir de los 30 ya no existen. Que todo el mundo está tan herido, tan tarado, o se ha vuelto tan egoísta, que muy rara vez te va a poder querer por encima de sus propios intereses, que no te querrá necesitar y que, posiblemente, tus ideas, tus gustos o aficiones no serán parte de sus prioridades precisamente.

He llegado a pensar que esto sólo puede pasarme para compensar todo lo malo que haya podido sucederme. Es más, está a un nivel tan alto que incluso me cuestiono si lo merezco. Pero no estoy desbordada, estoy sencillamente feliz. Y como decía al principio, a veces no sabemos gestionar este sentimiento sin que resulte algo abrumador.

Describir cada detalle me llevaría un tiempo y es necesario que hoy descanse. Supongo que lo más importante radica en sentirme querida y respetada. Que alguien escuche mis palabras y quiera conocer lo que pienso con sinceridad. Ilusionarme como cuando no tenía miedo a ilusionarme... Igual que tener veinte años otra vez, sólo que con la experiencia de más de otra década. En el sentido de empezar a imaginar lo improbable y que pase. O darte cuenta de que va en serio y a velocidad vertiginosa. Normalmente lo inmediato es autocuestionarte y, después, aceptar y avanzar.

No todos los días encuentras gente extraordinaria. Es tan increíble que apenas lo crees.

Un comienzo lleno de cambios, estoy segura de que muchos más de los que logro imaginar.

Algo especial debía tener el séptimo... esperemos que lo especial sea, por fin, ser el último. 


lunes, 15 de enero de 2018

Angel fire

Todo lo que queremos va a ir muriendo. Y no digo perder lo que tenemos, porque no tenemos nada. La noticia de la muerte de Dolores O' Riordan asola el que llaman el día más triste del año, blue monday. Un año de perros. Seguramente empezará como una tragedia y luego remontará, quién sabe... sólo sé que ella está muerta con 46 años y que hace 11 estaba a cinco metros de mí cantando. No puedo conocerla personalmente pero creo que debe haber sufrido mucho. No hay mucha gente a la que admire, podría contar con los dedos; a la que le dedique entradas, o llore su pérdida...

El mundo es ahora un lugar mucho más triste sin ti, Dolores.

sábado, 6 de enero de 2018

El año del perro

Supongo que en honor a Antístenes este año no me queda más remedio que ser una buena cínica.

Prácticamente mi tablero de Scrabble se disolvió, y podemos decir que apenas quedan las palabras verticales. Cosa que, por otra parte, era de esperar, y por eso estaban ahí. Como columnas que estructuraban el conjunto. Tal vez sería buen momento de buscar otros apoyos.

Mi idea para este año es simplificar y deshacerme de viejos rituales, sobre todo, de control temporal. Creo que eso puede ayudarme a asimilar mejor el tiempo que se va y no vuelve, sin regodearme tanto en lo que era y no fui o era y no fué.

Aquella maleta de la que hablé hace unos años tuvo mucho que ver sin saberlo y ese mismo sentimiento se renovó el año pasado cuando compré mi casa. Pertenencias de mujeres olvidadas, proyectos inconclusos, soledad, abandono. Estoy bastante hecha a la idea de que mi vida está ligada a la soledad, y podría decirse que por mi propia culpa. Espero grandes cosas de los demás, espero detalles que no llegan, interés que no está, que es material de una forma inservible, y al final llega siempre la decepción. Porque seguramente a la vida le pido algo que si ella me pidiera a mí no podría dar. Seguramente espero que el mundo sea como yo quiero que sea y no como el mundo es.

Y todos sabemos que eso es imposible.

Así que en el transcurso de este año que terminó recientemente yo crecí sintiéndome por fin propietaria, por algo que surgió de la constancia en la búsqueda, y de la falta de miedo. Y así es como se consiguen las cosas que salen bien. Y fue como heredar la casa de una mujer de la que nadie habla y quizá no echen ya de menos, en la cual me reflejo sólo como continuadora de la obra de transformar el lugar que habitó, respetando su recuerdo. Incluso guardando sus fotos, alguna de su ropa, algunos de sus objetos, con el máximo cuidado para que, aunque no seamos nada, ella sienta si estuviera en algún lugar que agradezco el vivir aquí.

Y básicamente mi último fracaso viene de ahí. También me niego a vivir sumergida en el ostracismo. Porque es otra forma de muerte cuando sientes que no hay mayor vía de conocimiento que la relación con otros y con su entorno. Así que de poder elegir entre tener una relación estupenda, un hogar compartido y amor incondicional, ¡eso sí!, entre cuatro paredes, yo elijo volver sola a la casilla de salida. Aunque claro, con todo lo que he conseguido por mi propio esfuerzo.

Las metas en la vida fluctúan, eso está claro, y no siento una prisa tremenda por alcanzar ésa en concreto a toda costa o con una persona que me inspire dudas. Y como eso, en la amistad también espero que los amigos sean buenos amigos, ¿por qué no? solo que la mayoría tiene una manera bastante peculiar de expresarlo.

Cuando tus amigas tienen ya la típica vida en pareja, o se han casado, o sólo quieren quedar para tomar un batido por la tarde, llega un punto que el listón de compañía para los planes festivos hay que bajarlo. Básicamente, nunca he discriminado por edad en cuanto a eso, pero ahora tampoco lo hago en cuanto a complejidad argumental, basta con que esas personas quieran hacer las cosas. Creo que lo más importante a fin de cuentas es tener la oportunidad, y si ellos me la dan, bien está.

Pero eso no sucede muy a menudo, y mi gran salvavidas es el gran proyecto de restauración de una casa de 1970, en la que el agua no tiene la presión suficiente para relajarse en la ducha y con una instalación eléctrica propia de la época. Eso sin contar las grandes deficiencias a nivel de aislamiento térmico que tengo que solventar antes de que el verano llegue. Porque en Murcia el invierno nos da igual pero el verano... eso sí es para temblar.

Pero bueno, no voy tan mal, y eso entretiene mi mente. De hecho es frenético a veces. Sumado a las clases de chino es lo que llena la semana y me aleja un poco de ahondar en heridas que me cuesta cicatrizar.

Me gustaría cuidarme más este año y volverme a sentir más atractiva como a finales de 2016. Últimamente me noto cansada y no quiero mirarme al espejo y ver que parece que tengo casi 33 años porque mi cerebro aún se piensa como si tuviera veintialgo (si no, posiblemente ni estaría escribiendo aquí). Pero no sólo eso, necesito viajar y salir de esta ciudad pequeña, sinceramente necesito nuevas ilusiones, como las que eran nuevas hace diez años. Quiero sentir que aún tengo esa capacidad.

No tengo demasiados propósitos al margen de los comentados. Simplificar, cuidarme y viajar un poco, no es nada que no se pueda cumplir. Aún así, el año ha empezado bastante mal, aunque me haga la cínica, y espero poder remontarlo.

Ya se verá.