jueves, 26 de diciembre de 2019
Life Stranding
martes, 24 de diciembre de 2019
Asimetría
lunes, 9 de diciembre de 2019
Importas más que el sol
miércoles, 30 de octubre de 2019
Lo que se elige y lo que se necesita
jueves, 12 de septiembre de 2019
Desde lo alto del volcán
Llueve, y de repente no hay justificación para seguir procrastinando, pero sigo. Y aparto de mi mente esa tarea que me genera ansiedad real. Y avanzo.
Trabajo, y escucho mucha música, y a veces también rap. Y siento ganas de escribir en esta burbuja fragmentada. Y observo como algo debí hacer bien para crear la brecha.
A ratos, sueño con salir de aquí y conquistar de nuevo mi mundo, pero la tierra vibra bajo mis pies en la catarsis de estos meses extraños. No quiero tomar decisiones demasiado trascendentes mientras no consiga superar ciertas etapas.
Pienso, en las personas felices que vibran como las peonzas enloquecidas de Kerouac y quiero absorber toda su esencia. Tomarme un botellín en un volcán eternamente, como el Shotta, sólo que de Nestea, en la maravillosa isla de Alicia, haciendo especiales los días del calendario. Mirar la vida desde arriba, sin esfuerzo, aunque todo se tambalee abajo.
Si cantase rap te diría que cómo coño puedo sola, cómo he hecho tanto tiempo para salir de la jaula, para construir tanto en tan poco, para generar la alternativa, para no perder la fe sin tenerla. Se hace asumiendo el desgaste que conlleva muchas veces tener principios. Porque hay personas que si el cajero les cobra una empanadilla de 0'70€ a 2'10€ van y reclaman su dinero, y otras que se quedan en casa para no perder el tiempo. Y, no sé por qué, pero es imposible que me quede en casa. Es imposible que no proteste, que no reaccione y hable. Y tal vez esa es la causa de todos mis problemas. La reacción.
Divago, porque me preocupo por aspectos insignificantes en este mundo, y eso construye sin querer mi propio volcán.
Pero sé decir basta, y si Vodafone me engaña una vez más, sigo, porque es peor que me haya toreado Iberdrola, y sólo espero que no me cobre doble.
Y sí, esto es ser adulta, comer potaje y guiso toda la semana porque mi estómago no cierra bien y necesito ingerir comida suave. Y sentir que estoy a un día de notar la erupción volcánica. Pero es sólo lluvia, sólo tengo que calmarme. No esperar demasiado, respirar.
He conseguido mucho, y mucho más que está en proceso, aunque quiera volar como en mis sueños sé que nunca lo he conseguido sin tomar mi propio impulso. No entiendo por qué me juzgo tanto...
Tengo que volver a conquistar los colores que antes me rodeaban, tengo que ir paso a paso aunque tenga ganas de correr, y tengo que afrontar lo que debo aunque quiera escaparme.
Aunque quiera mirar la vida desde lo alto del volcán.
domingo, 25 de agosto de 2019
Interferencias
Hace poco leí otra frase en la que he pensado bastante esta semana: Ni en un día se ama, ni en dos se olvida. Lo tengo bastante en cuenta.
Cuando empecé con el chico del verano sólo habían pasado unas semanas de terminar con alguien con quien había compartido cinco años de mi vida. Realmente sentía que esa persona me estaba salvando de caer otra vez en un error reiterado. Sentía amor, pero no se deja de querer de repente. Los sentimientos se transforman, y se recuerda el modo y el momento en que te sentías bien. Vas olvidando lo malo con el tiempo. Perdonas.
Empiezas a disfrutar instantes al lado de alguien nuevo, descubres otras maneras de hacer y de sentir, preparas tortitas entre risas y vas de viaje o a conciertos, y construyes poco a poco hasta que sientes que es sólido.
Quizá el error fue pensar que era sólido muy pronto, casi desde el principio, cuando aún nos estábamos conociendo. Y que esta semana leas que el problema fue dejar de ser la mejor versión de nosotros mismos... es triste.
Sea como fuere, siempre lo intenté. No me rendí en ningún momento, no miré atrás añorando a nadie, no me refugié en otra persona que no fuese él, traté de dar lo mejor a pesar de lo peor, me esforcé por ser un apoyo para quien ya no se apoyaba en mí, y no pudo ser.
Digamos que fue tan infructuoso como el que siga leyendo este blog. Y que no voy a dejar de utilizarlo como medio de expresión. Lo siento. Pero no siento en absoluto escribir si me vuelvo a sentir feliz.
En fin, ha sido una semana con muchos contrastes. Quizá necesaria para cultivar la paciencia. A veces siento que podría soportar ya cualquier cosa. Que todo puede fallar porque es lo habitual, que es mejor que me centre en lo que puedo controlar, lo que está en mi mano que funcione, y por eso trato de ser una adulta responsable y me hago cargo de tareas que nadie quiere hacer porque sé que puedo con ello. Otros meses me he sentido mucho más vulnerable que ahora.
Igual es que quiero tener presente que mi parte racional pesa sobre la vehemente que se ilusiona tanto y sin miedo que se pone en riesgo emocional constante y deja de mirar por sí misma. Pero sin duda disfruto mucho cuando no pretendo ser perfecta y me dejo llevar.
Una de las cosas que más me duelen es saber que cómo soy por dentro ha dejado de gustar a alguien, hasta ahora sólo me había pasado una vez y hace mucho tiempo. Y me preocupa porque en los últimos años cultivar mi belleza interior ha sido mi máxima aspiración. A partir de los veinte me fui centrando en ser una mujer atractiva, en preservar el estilo y la esencia que me diferenciaba y caracterizaba. Mucho más consciente que antes de que la apariencia física es algo fugaz. Llegar a los treinta siendo la persona que quería. Y en parte estaba contenta. Estoy contenta en realidad, pero sí que es cierto que me ha hecho dudar un poco. Básicamente porque creo que soy más guapa por dentro que por fuera. Que soy fuerte a pesar de ser sensible, que aún puedo contemplar la belleza del mundo con cierta inocencia a pesar de mi experiencia. Pero no ha sido suficiente...
Escribo todo esto para recordarme que cualquier proceso de readaptación requiere tiempo, y que no todo el mundo se regenera al mismo ritmo que yo. Y que si quiero que me quieran bien más me vale que sea por quien realmente soy.
...
El amor es para el frío, y apenas ha llegado septiembre...
martes, 20 de agosto de 2019
La mecánica del corazón
Me gusta cuando la vida no siente ninguna piedad por mis ilusorios proyectos mentales. Me hace gracia, aunque no siempre la tiene. En este caso se me hace demasiado entrañable el recordarme en Mallorca pensando que iba a estar sola una larga temporada, y que no quería enfrentarme a otro fracaso hasta dentro de muuuucho tiempo. Como es lógico, la segunda parte sigue vigente. La primera no tanto.
Fue una suerte que la chica con la energía del sol me pusiera al corriente de la vida de sus amigos, igual que lo fue ir a su cumpleaños, y que ese detalle, inocuo en aquel momento, posibilitase la cadena de acontecimientos posteriores. Porque sin dicha información difícilmente habría aceptado ir a comer el día 29 de julio.
Todo ha seguido el correcto orden lógico para que mi pasada aspiración suene ahora cómica, lo que menos deseo es estar sola. De hecho, me paso los días imaginando alternativas posibles a mi situación. De repente veo factible alquilar el piso y no buscarme otro alquiler en Murcia, precisamente. Pero quizá para eso estaría bien teletrabajar dos días, o tener un contrato indefinido... Aún así puedo construir cualquier alternativa si alguien me importa, no me parece un problema. Lo que me sigue desbordando a veces es cuestionar si tendré la capacidad esta vez de hacerlo bien. Y hacerlo bien significa no herir a nadie, porque sufrir nunca me asusta.
Me cuesta aún ser consciente de que la realidad se haya transformado tan rápido, y vivir con tanta intensidad situaciones nuevas. Mire donde mire todo me gusta y me ilusiona, y sonrío cuando lo pienso en el trabajo. No quiero dejar de sentirme así pero también quiero avanzar. No creo que me perdonase dejar pasar algo tan increíble.
Supongo que la vida siempre demuestra que hay personas mejores, lo que pasa es que no confiamos en encontrarlas.
No quiero divagar mucho, pero he tenido mucha suerte.
Fiiiiiin.
lunes, 12 de agosto de 2019
La importancia de la alegría
De repente he sido muy consciente de que el error fundamental durante años era ir rebajando la intensidad de mis sueños, alejarme del brillo que desbordan las personas que hablan sin miedo de lo que temen y anhelan, sólo porque los demás vivían en el plano terrenal donde mi alegría podía ser producto de algo que viesen ridículo.
No me había parado a analizar que la alegría es un material de construcción tan vital como el oxígeno, y que brota en el camino de los soñadores, que acaban convirtiéndose en hacedores de su propio camino.
sábado, 13 de julio de 2019
Besos, Anita
Hoy he estado cosiendo. Me gusta coser cuando puedo estar cerca de mis cosas, de la tela y las agujas, aunque ya no de la máquina. Es una tarea relajante que me ayuda a pensar creativamente.
Por supuesto, el blog es siempre el rincón que hereda los frutos del ejercicio mental. Y ahí va...
El dolor es siempre proporcional a la intensidad con la que uno ama, sólo que con el tiempo se aprende a llorar en silencio.
Casualmente los hombres con más baja autoestima son más agresivos en la cama. Nunca me he quejado de ello porque me parece excitante, pero lo he comprobado con una muestra significativa.
Hay personas que no pueden verse como iguales ante el resto, ni ante su pareja, y van construyendo sobre el miedo a ser desechados cierto día, sin darse cuenta de que minan poco a poco todo lo que quieren preservar.
El sexo es un modo de venganza, una lucha de poder donde por fin pueden sentirse dominantes, donde se dicen a sí mismos que mandan, y así podía ser.
Pero el amor no es una lucha de poderes ni egos, sino todo lo contrario. El dar prevalece al recibir.
Es curioso como alguien que tiene amigos y compañera con la que convive puede complicarse tanto la existencia hasta el punto de destruirlo todo.
Seguramente ese tipo de personas no pueden asimilar que se les ame tal cual son, con sus defectos y errores, igual que el resto de mortales a los que endiosan.
Pero no están preparados para ver que su dios es mortal, y de repente el día que ven tu imperfección algo no encaja en su cabeza. Se genera entonces la venganza, por no ser lo que ellos esperan. La venganza hasta tal punto que solapar su relación con otra relación les parece justificado, porque es otra forma de ostentar el poder. Un poder ficticio, que no hay necesidad de reclamar, porque el amor no va de esto. Pero su autoestima crece. Crece porque les encanta sentir la admiración, porque quieren sentirse endiosados por alguien que no les haga sombra, donde la lucha de poder ni se contemple. Y su fanática religiosa jamás le defraudará, pues su mortalidad ni siquiera se pone en cuestión.
Y así, en esa aspiración a lo divino, desde la concha del ser mortal anodino y de perfil bajo, se construye la coraza para afrontar la realidad desde la mentira de la fuerza y el poder que le otorga su adepta. Ya puede mirar con suficiencia a la persona que tiene a su lado, y a sus amigos, porque se siente legitimado por una traición que le genera personales beneficios.
Y así, cuanto más dure la mentira, mayor será la satisfacción. La persona a la que endiosaba ya cuenta con su traición como venganza, ya no será nunca más "más", siempre habrá perdido.
Y sí, yo he perdido, he perdido siendo absolutamente mortal, he perdido muchísimas cosas en un solo año. Pero siempre he sabido partir de cero.
Supongo que a los 60 años seré tan experta en perfiles psicológicos que más me vale estudiar psicología cuanto antes y hacer de mis fracasos un lucro. Quién sabe... Al menos, de momento, me da para escribir.
Besos, Anita.
martes, 30 de abril de 2019
Se va, porque lo has perdido
En el momento en que el vértigo de la pérdida te desborde, en vez de dejarte llevar por el desasosiego y la extrañeza, piensa un momento si no has sido tú el que ha dicho adiós, en todas tus frases, por todos los medios. Si el final no comenzó un día de septiembre y lo demás sólo ha sido una larga despedida, sin manos tendidas, sin ternura, sin amor.
No te sorprendas entonces.
miércoles, 13 de marzo de 2019
Compartimentos
De las muchas interacciones que experimentamos en el trayecto, algunas hasta son difíciles de recordar. Como he escuchado a veces hablar de amantes de bar que ni se recuerdan mutuamente. No es que esté relacionada con esa sensación, pero cuando te encuentras de repente con una persona que te suena sin saber de qué es algo interesante. Normalmente trato de hacer memoria, claro, pero no siempre es posible ubicarla.
En realidad hemos regalado minutos intensos que valen por vidas enteras. El tiempo también tiene calidad. Es básicamente como las personas que trabajan duro y las que calientan la silla para cumplir horas. Con los otros es igual. Pero el concepto cualitativo es también subjetivo. Lo que para algunos es un hito en su historia para otro puede ser un instante fugaz. Puedes ser ese recuerdo olvidado, seas amante, amigo o hermano.
Me gusta pensar que hay personas que valoran verme cada día y que otras me recuerdan y me echan de menos, tanto como yo a ellas. Que el tiempo no ha logrado borrar lo que somos el uno para el otro, o que la nueva realidad está construyendo momentos que en otro momento recordaré con cariño. El cariño... algo tan preciado y escaso...
Compartimentamos. Incluso las personas del presente no pueden ser las pasadas, siendo la misma persona. Si estás leyendo esto: no dejes que nadie destruya nunca su recuerdo. No se puede vivir igual dos veces, ya no eres tú, ya no es ella. Pero no importa, no lo fuerces, ahora es sencillamente diferente.
Algo que define el compañerismo es la risa, la risa que suena, la que te duele en la barriga, con la que acabas llorando. Volver a reírse es como un abrazo emocional, sin manos.
jueves, 7 de marzo de 2019
La deslealtad líquida
Hace unos años leí sin querer los emails de una persona cercana que chateaba y se escribía de manera epistolar con otra que no era su pareja. Por supuesto, con un alto contenido romántico. Cuando le dije que lo sabía, y le expresé mi enfado, me dijo que él jamás había tenido contacto físico con esa persona, como si eso le eximiera de responsabilidad. Por supuesto, surge entonces la pregunta de qué define la fidelidad, la lealtad, el respeto, la sinceridad, lo que no te gustaría que te hicieran a ti, lo que rompe la confianza de un proyecto de pareja.
En la era de Internet esas cosas han dejado de importar para mucha gente, posiblemente la gente que ya no redacta emails de manera epistolar pero que practica el mismo juego que los millenials de últimas generaciones. Y no se toman la molestia de borrar su rastro, la deslealtad líquida no lo necesita porque se ampara en la privacidad de tu smartphone.
Pero yo sí escribo emails, y soy de las que cogen el coche y van a hablar con las personas que me importan si hace falta, y también creo que la deslealtad está más en el concepto que en la forma, y que no sólo se valida en lo carnal. Y sobre todo, me parece que si alguien siente la necesidad de hablar todos los días con otra persona que no es su pareja, alguien que no es un amigo o amiga, que de repente irrumpe con un claro componente afectivo, que de estar más cerca sería físico, que aparece en tu whatsapp a todas horas de lunes a domingo, puede que sin haberte dado cuenta seas una de esas personas que criticas en ocasiones sin incluirte.
Pero cuando eres tú supongo que la culpa no es tal, y la justificación es la misma que me dió esa persona: no es nada, es sólo un juego, no ha pasado nada entre nosotros.
A lo mejor tienes una obra de Arte enfrente, o estás dentro de ella, y estás mirando el móvil mientras la otra persona te mira pensando en todo esto. Y entonces la pregunta es: ¿Qué estás haciendo? ¿qué quieres hacer? Porque obviamente lo que estás haciendo no te satisface. Pero no estás haciendo nada...
Y la nada, la nada lo impregna todo de silencio. Y el silencio, como sabemos todos, es la muerte de toda relación.
Ha llegado el punto en el que cada uno es responsable de sus actos. Con treinta años no puedes esperar que venga alguien a decirte lo que está bien, lo que está mal... Más en cosas tan básicas.
La verdad es que últimamente no pido mucho, y como dije hace poco, no vivo al día, vivo al mes, porque cada uno me depara nuevos retos. Pero si algo puedo desear es que me quieran bien.
Ya no me pregunto por las consecuencias, porque es fácil localizar las causas. Procuro centrarme en lo que puedo controlar. Sé que soy responsable de lo que elijo.
Hace justo un mes de mi cumpleaños. Fecha que se perdió entre los días, como cuando todos estaban estudiando y no podían quedar, pero no es lo más importante.
Ojalá fuera de repente junio y todas las cosas que me afligen estuvieran resueltas. Ojalá no tuviera tanta ansiedad y no estuviese tan agobiada por la semana que viene, ni por mayo... Ojalá todo fuera como hace casi nueve meses, salvo lo malo, claro. Pero lo único que nos queda es seguir construyendo y no decaer.
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