lunes, 12 de agosto de 2019

La importancia de la alegría

Cuando estaba en la universidad una de las amigas que ahora es escritora ponía siempre una frase en su estado que me llamaba la atención: La importancia de estar alegre. Cuando la leía pensaba en la simpleza de esas palabras como si fuera algo demasiado sencillo o evidente y llegué a identificarla mucho tiempo con ella. No podía imaginarme entonces que sería el componente que durante años se ha escapado en mi ecuación.

La pulsión por ayudar o sentirme útil para alguien me ha llevado a relacionarme con perfiles muy atormentados, depresivos o dañados, donde sentía que tenía una oportunidad para mejorar su vida. Una parte activa que me hiciera sentir bien. Pero chocaba una y otra vez planteando ser un apoyo para quien no quiere cambiar o no valora excesivamente lo externo porque está inmerso en su propia tristeza.

Este fin de semana he visto muy claro donde estaba el problema. Jamás enterré el amor en polvo de luna, pero sí la ilusión. Ilusiones grandes que se hiceron pequeñas, que juzgadas por otros ojos no tenían importancia. Como reír en voz baja pudiendo hacerlo a carcajadas.

De repente he sido muy consciente de que el error fundamental durante años era ir rebajando la intensidad de mis sueños, alejarme del brillo que desbordan las personas que hablan sin miedo de lo que temen y anhelan, sólo porque los demás vivían en el plano terrenal donde mi alegría podía ser producto de algo que viesen ridículo.

He ido desdibujándome sin darme cuenta. Perdiendo la armonía y la viveza de aquella época en la que no tenía miedo a arriesgar y pensaba que podía con todo. Que corría persiguiendo autobuses o saltaba si me apetecía aunque me mirase la gente, que bailaba porque la vida me parecía maravillosa.

No me había parado a analizar que la alegría es un material de construcción tan vital como el oxígeno, y que brota en el camino de los soñadores, que acaban convirtiéndose en hacedores de su propio camino.

Y siento que aquella persona que comentó en el blog que estaba volviéndome conformista tenía razón, aunque contestase lo contrario. Porque es duro admitir que cada decepción te va restando fuerza. Reconozco que me asalta cierto vértigo de encontrarme de nuevo con sensaciones que creía un poco muertas. Pero ese es el encanto real: levantarte una mañana y darte cuenta de que de nuevo estás viviendo. Que el ahora es el tiempo perfecto porque todo lo demás no existe ya. Que la oportunidad que esperaba de otros tenía que dármela yo misma. 

Así que no sólo me siento alegre, es que soy feliz. Y creo que puedo volver a hacer crecer mis ilusiones. Porque en la escala del uno al diez de cómo ha sido este finde de perfecto, elijo el diez.

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