martes, 20 de agosto de 2019

La mecánica del corazón

Me gusta cuando la vida no siente ninguna piedad por mis ilusorios proyectos mentales. Me hace gracia, aunque no siempre la tiene. En este caso se me hace demasiado entrañable el recordarme en Mallorca pensando que iba a estar sola una larga temporada, y que no quería enfrentarme a otro fracaso hasta dentro de muuuucho tiempo. Como es lógico, la segunda parte sigue vigente. La primera no tanto.

Fue una suerte que la chica con la energía del sol me pusiera al corriente de la vida de sus amigos, igual que lo fue ir a su cumpleaños, y que ese detalle, inocuo en aquel momento, posibilitase la cadena de acontecimientos posteriores. Porque sin dicha información difícilmente habría aceptado ir a comer el día 29 de julio.

Todo ha seguido el correcto orden lógico para que mi pasada aspiración suene ahora cómica, lo que menos deseo es estar sola. De hecho, me paso los días imaginando alternativas posibles a mi situación. De repente veo factible alquilar el piso y no buscarme otro alquiler en Murcia, precisamente. Pero quizá para eso estaría bien teletrabajar dos días, o tener un contrato indefinido... Aún así puedo construir cualquier alternativa si alguien me importa, no me parece un problema. Lo que me sigue desbordando a veces es cuestionar si tendré la capacidad esta vez de hacerlo bien. Y hacerlo bien significa no herir a nadie, porque sufrir nunca me asusta.

Me cuesta aún ser consciente de que la realidad se haya transformado tan rápido, y vivir con tanta intensidad situaciones nuevas. Mire donde mire todo me gusta y me ilusiona, y sonrío cuando lo pienso en el trabajo. No quiero dejar de sentirme así pero también quiero avanzar. No creo que me perdonase dejar pasar algo tan increíble.

Supongo que la vida siempre demuestra que hay personas mejores, lo que pasa es que no confiamos en encontrarlas.

No quiero divagar mucho, pero he tenido mucha suerte.

Fiiiiiin.

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