viernes, 1 de mayo de 2020

The sun

La pregunta que nos saque de dudas no siempre tiene por qué ser: ¿quiero a esa persona?. Quizá lo más básico y alejado del vuelco emocional que supone el choque de asimilar el hecho de amar sea: ¿puedo estar lejos de esa persona?, ¿existe una realidad donde pueda ser feliz sin ella?. Está claro que realidades hay muchas, que maneras confinadas de plantear la existencia se están dando, pero también en esta situación se verifica lo primigenio. En la distancia.

Por suerte ya queda menos, o eso parece. Si 2020 fuera una carta de la baraja sería el comodín, el joker riéndose de todos nosotros lanzando nuevas formas de incertidumbre. ¿No es un tanto poético vivir como si todo pudiera destrozarse mañana? El hoy es absolutamente todo.

No hay que hacer demasiados planes, no hay que pensar tanto, no tan allá. El universo nos lo está gritando, junto a la necesidad imperante de respetar los recursos naturales. Pero eso sería largo.

Hace unos tres años que no siento estabilidad en mis circunstancias, aunque sí que es cierto que en un tiempo intermedio soñé con alcanzarla por fin. Y sigo mirando ese sueño con tristeza y el alivio que me recuerda que todo sucede por alguna razón, que si algo no se da es que nos quedaba por aprender una parte importante. Y me centro en ver qué sería.

No sé ni siquiera si dentro de dos semanas lograré llegar a mi ciudad adoptiva para recoger el resto de cosas que no pude traerme en la mudanza, pero tengo que lograrlo. He asumido que el retorno es imposible.

Estuvo bien, cuatro meses de desconexión y conexión con otras personas, uno entero confinada, ahora otro aquí... el año de la broma surrealista. El año en el que no trabajo y vuelvo a estudiar, y siento que la mayoría ha sido una parte adolescente en un mundo de mayores. Ahora no importa. Da igual a qué mundo quiera pertenecer ni con quién, sólo importa dónde se puede estar y con quién.

Otra Elisa me dijo que las expectativas son un cáncer, y no le faltaba razón, así que debería pensarlo más cuando siento ansiedad por la lentitud, cuando me aflijo y mi ánimo se derrama y floto por las mañanas y tardes como una mota de polvo ingrávida. No importa si vengo o voy.

Se puede vivir con una maleta, llevo unos años dando fe. Pero es cierto que se necesita un espacio mínimo. El mínimo que garantice organizar tus pensamientos.

No todo el mundo necesita un lugar porque su mente eche fuego.