sábado, 12 de junio de 2010

Un gran amor, una gran tragedia

Shakespeare hizo lo más humano que estaba en su mano: condenar a la muerte a sus amantes. Romeo y Julieta vivirán amándose en la eternidad sin sufrir la tragedia en ellos mismos, pues la tragedia la vive el que se queda.

Nos encantan las historias con pasiones desbordantes y problemas inabarcables donde finalmente triunfan los sentimientos, pero en la mayoría de los casos, en la vida, las tragedias son el propio final de los sentimientos, la decadencia de los mismos, la distancia, y la larga o imposible curación de las heridas que provocan.

He dicho todo lo que tenía que decir a todo el mundo que tenía que decírselo y eso me da tranquilidad. Pocas cosas quedan por solucionar aquí en la ciudad, a diario. Me estoy despidiendo de mi ambiente poco a poco, cerrando un apartado. No experimento ningún miedo, comparto, asumo que mi vida es como es, pienso a ratos en la gente a la que no volveré a decir nada aunque estén en mi corazón. A veces los extraños nos hacen rememorar cuestiones pasadas que no son tan vitales ahora y sentirlas tan lejanas reporta una verdadera paz.

Mis ataques vehementes no duran más de unas horas. Es dificil padecerlos, dificil aceptarlos. Lo siento. Es la compensación al resto de virtudes.

Éste era el camino, estoy casi segura. El año donde se quema lo anterior en la hoguera purificante (como si fuese San Juan) para resurgir siendo otra cosa. He cerrado muchas etapas en pocos meses, descartado muchas vías, retomado la estabilidad desde el volantazo de hace un año y estoy bien. Siento que he crecido. No tanto como para querer asumir una carrera profesional adulta que me delimite a un ámbito concreto, pero sí como para desligarme del ahora y dejar lo de atrás.

El pasado será siempre perfecto siendo pasado.

Soy adulta, qué remedio. Grato, en 2009 no lo era.

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