lunes, 13 de febrero de 2012

No tengo otro motivo más importante

Una de las hermanas maravilla ha puesto: "El amor no es una mierda, mierda son las personas que juegan con él", no sé si la frase será suya pero es de lo mejor que he leído últimamente.

Estoy un poco cansada de la gente que no se toma en serio nada. Cada uno puede refugiarse en lo que quiera, por supuesto, pero que dejen de ensuciar un concepto que aún hay gente en el que cree... Me parece bien que quien quiera juegue a saltar de cama en cama como quien juega a damas y en ello logre alejarse de sentir lo que trata de anular. Por mi parte salto de conversación en conversación, de sitio en sitio mientras mi cama lleva sin hacerse meses. Y no tengo ninguna necesidad desmesurada de regalar mi compañía a desconocidos que no ame en ese aspecto.

El sexo sin motivo puede ser la cosa más bana del universo... y si acaso busco algo son "cosas" de verdad, con forma y con concepto, materializar un sentimiento y no sentirme viva sólo por roces tan leves. No me voy a permitir el lujo de mirar unos ojos tan cerca y que no me digan nada pudiendo vivir la incomparable sensación de perderme en otros que me revelen algo auténtico, aunque me lleven al abismo. Supongo que quedará gente que comprenda que no siempre el ídolo de masas es el mismo. Jamás he vivido sin sentido, y no voy a empezar ahora porque esté sola.

Es verdad, el sexo mueve bastante el mundo, destroza hogares, trasgrede dignidades de aquellos que deberían ser emblemas del honor, y apenas importa. Como las cifras de personas que mueren en el mundo. Pasa y ya está. Y se sigue corriendo en busca de otra oportunidad para culminar. Así que ante tanto desenfreno yo opto por poner mi freno y no perderme nada. A salvo de personas nocivas a la mente y al cuerpo.

En la vida hay infinidad de pasión que rescatar de otros lugares. Incluso lo mejor de estar con alguien puede ser levantarse por la mañana después de haber dormido juntos. Nada de eso tiene sentido en los tibios encontronazos de turno.

Igual es porque mañana se celebra San Valentín y el tema amor está candente. Igual es porque para mi es vitalmente omnipresente. O tal vez porque mis dos amigas del instituto están felizmente emparejadas, siempre, justo cuando yo no lo estoy... que a pesar del empalago de corazones, el rechazo de los supersolteros, y otras especies, alguien tiene que defender el amor si lo ama de alguna manera. Así que me sumo a la frase de la alocada hermana maravilla. El amor no es una mierda, es mejor que el sol por la mañana radiante o la luna inmensa de noche. Alguien que no haya amado en su vida se ha perdido todo lo que había que hacer aquí. A pesar de que se convierta en una tortura o una montaña rusa frenética, a pesar del desgaste, de los golpes, las peleas, la pérdida de control, la decepción, el fracaso, los juicios, las acusaciones, las grandes aspiraciones... a pesar de lo inmensamente malo, del veneno que puede insuflar en una sola vida... merece la pena.

No tengo otro motivo más importante que defender ni al que corresponder íntimamente en el hipotético caso. Mi carpe diem es ayudar a mis amigos, construir felicidad, elaborar sonrisas, idear proyectos que logren ser realidades, crecer en el proceso, compartir con ellos... y esperar que a cambio, algún día, hacerlo bien implique que por fin me vaya bien. Porque si hubiese un juez que lo viese todo y pudiese elaborar una respuesta, sería consciente de que en la vida rara vez triunfa la justicia. Aún así los ideales son inquebrantables, incuestionables, inolvidables. Lo único que a fin de cuentas te retrata. Y nos rescatan cuando el desorden de los acontecimientos lo nubla todo, lo que queda siempre es lo básico.

Puedo gritar tan alto como me permita la garganta una defensa más ordenada, pero he decidido guardar silencio. Emisor y mensaje están en consonancia. Ya que todos mis profesores se mueren por decir "feedback", yo reivindico desde aquí el concepto de "retroalimentación" (sí, tenemos una palabra preciosa para traducirlo), y animo al receptor a unirse a él y lograr finalmente un diálogo que lleve al consenso y quizás a la paz.

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