martes, 26 de febrero de 2013

Recordé A salto de mata

A los once años empecé a escribir, supongo que atrapada en un periodo de absoluta decepción, rechazo, exclusión y desarraigo. Nunca fui una feroz lectora, aunque tampoco dejé de leer, pero lo hacía más en verano o etapas en las que me sobrase tiempo. Recuerdo que las novelas más interesantes que conocí hasta entonces (tal vez por los 14 años o así) las leí gracias a mi amiga independiente. Ella siempre estuvo a la cabeza en intereses más maduros de los que por aquella edad pudiese tener y, por supuesto, aquellos temas problemáticos me sorprendían y acompañaban en mi angustia adolescente.

Hoy leyendo a Auster he recordado que "A salto de mata" estuvo entre aquellos libros. No lo conservo porque me lo prestó ella. "El libro de las ilusiones", que es el que tengo entre manos, tampoco es mío. El día que me operaron, en el verano de 2011, la madre de X iba a darlo a la beneficencia carcelaria. Tenía más libros esparcidos por la casa. Le pedí que me lo dejase junto a otras lecturas en francés. Ese día también operaron a su perro. Echo de menos salir al balcón y mirar al monte, muchas veces sueño en otro universo que se parece más a ése...

Tengo un poco de miedo y un hormigueo incesante que renace cuando dejo de actuar automáticamente. Si ceso, pienso, y vuelve la preocupación. El desenlace al margen de mis novelas.

Ayer terminé "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Brillante, pero, sobre todo, emotivo. Tengo incluso la tentación y estrambótica idea de escribir al doctor Oliver Sacks para expresarle mi admiración y gratitud por su contribución científica y humana, a pesar de no incluirme en el ámbito científico. Estoy convencida de que para cualquier lector, sea cual sea su procedencia, su obra resultará valiosa, tanto para reflexionar acerca de nuestra condición como organismos cogniscientes e inmensamente complejos, como para asumir que, en el futuro, seremos personas "mayores". ¡Qué grande es escribir algo tan grande! y con ello, además, ayudar a otros. Ojalá pudiese llegar a la millonésima parte de lo que eso significa.

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