jueves, 7 de abril de 2011

Simplemente: jueves

Debería escribir todos los días, aunque a veces sea basura.

Hoy he llevado conmigo un folio, por si acaso me apetecía poner algo, lo suelo echar de menos cuando no lo llevo. No lo he usado. Se ha quedado escrito lo que puse antes de salir de mi casa.

Esto es lo único productivo que he hecho desde marzo de 2010, sin contar lo que ha sido el trabajo en la librería. Realmente ha tenido sentido. Ahora mismo valoro más un libro que un vestido, hace más tiempo no tanto. También es que haber estado tan saturada de ese mundo por la accesibilidad a él ha sido destructor a la hora de darle el valor que realmente tiene. A excepción de la inquietud innata o adquirida, hay mucha gente a la que le cuesta bastante leer. Mis padres nunca me han recomendado ningún libro. Cuando estaba en el colegio leía los recomendados y alguna que otra lectura juvenil típica, pero no tenía ningún patrón motivacional para seguir un tipo de genero concreto. Mi amiga independiente me recomendaba títulos, siempre lo ha hecho, libros que me gustaron mucho, que llegaron a ser muy importantes para mí. Luego llegó Caty, mi profesora de literatura universal en bachillerato, y realmente hizo que viera lo maravilloso de ese mundo al que prestaba una atención demasiado moderada. Llegué a admirarla muchísimo por todos los libros que había leído, los autores que conocía, que le fascinaban. Ella hablaba con pasión, con el júbilo de alguien que despierta a la primavera, como si un libro pudiera sacudirte el alma como un huracán. Envidiaba muchísimo todo eso (la envidia más sana, eso sí), pensaba que jamás podría leer tantos libros como ella, que me sacaba demasiada ventaja porque yo ya empezaba tarde. Pero no tenía razón. Nunca fue tarde para eso, ni lo es ahora. Ahora pienso en ella con su metro cuarenta, su vocecilla, su espíritu jóven a pesar de tener unos sesenta años o más, su marido altísimo, su riqueza léxica, su maravilloso mundo interior y en parte sigo queriendo lograr un poco de eso, de esas miles de historias que construyen la tuya y hacen que sea bastante más interesante de lo que pueda ser de por sí.

Me estanqué un tiempo. Suele pasarme cuando nadie me anima a hacer cosas. Pero bueno, tuve algunos meses de ligero entusiasmo y leí algunas obras en los veranos.

La verdad es que no debería dejarlo si quiero llegar a leer todos los libros que tengo pendientes, ni siquiera con la excusa del desencanto.

Me gusta la gente con opinión propia, que expresa abiertamente si le gusta algo o no con respeto por los que no piensan lo mismo. Ayer hablé con alguien así y me habló también de qué estaba leyendo.

Tengo suerte de conocer a personas así. No tengo porqué alejarme de nada por nadie.

En algunos momentos siento que no pertenezco a ninguna parte, que nunca seré un elemento propio de un todo sino más bien algo que encaja de forma momentánea y si se va no pasa nada porque todo sigue funcionando. Alguien que tampoco sabe muy bien el proceso a seguir porque llega un pelín tarde con respecto a los demás o simplemente no tiene la antigüedad suficiente. Es más o menos como mi papel en la librería, ahora ya extinto.

También puede ser la percepción que tengo por mis últimos proyectos: Publicidad, la cual no continué, Diseño, donde tampoco continué, el trabajo, otras cosas...

He ido dejando atrás gente con la que incluso he perdido el contacto por mala gestión de mi tiempo, como siempre. Me duele, y me da pena, y cierta rabia conmigo misma, porque muchas veces pienso en ellos y ellas y seguramente pensarán que me daban igual, pero no es así. Suelo centrarme en la gente habitual, y también trabajar te quita tiempo y te desgasta, y no sólo el cuerpo, también el ánimo. A veces sólo quería estar en mi casa...

Pienso sobre todo en mis dos amigas de periodismo, sus amigos, mi amigo de la carrera, los amigos de mis ex amigas, los amigos que hicimos saliendo juntas, los amigos de los bares, los amigos de la escuela... y seguramente algunos otros amigos, que posiblemente sean más conocidos que otra cosa pero me gusta llamarlos así...

A fin de cuentas da igual. Tampoco a mí me llama nadie. Si quiero saltar a la comba, sola no puedo, si quiero jugar a entrar saltando o saltar con dos cuerdas a la vez... se necesita por lo menos otra persona.

Esta mañana me han despertado a gritos. He podido dormir sólo cuatro horas, porque me acosté a las tres y media leyendo, es decir, eran las siete y media de la mañana y habían gritos ya. Hay algunos problemas laborales por ahí que van rompiendo nuestra calma.

Aún así no me ha sentado bien. He esperado a que se fueran mis padres, me he vestido, me he puesto una gorra porque no me apetecía lavarme el pelo y he ido a andar un rato. He sacado dinero en el cajero y he llegado hasta Vistabella. He recorrido el mercado, he comprado un par de cajas de tinte que estaban a mitad de precio y he vuelto.

Aquí estoy, no hay mucho más. Con ganas de seguir leyendo a Bukowski. El libro de un sólo día fue La senda del perdedor (bastante bueno), después leí Factotum (que no recomiendo especialmente) y ahora estoy con Mujeres (me está gustando). Supongo que para ser idealista y un poco romántica he leído a bastantes existencialistas, y he conocido a otros cuantos. En algunas cosas son mis favoritos y me enseñan a no ser completamente gilipollas a base de reveses a mis creencias. En realidad el mundo suele ser como dicen ellos, aunque yo me esfuerce en no querer creerlo.

Hoy de vuelta a casa pensaba sinceramente que nada tenía sentido. Que podría coger mis tristes tres mil euros y alquilarme un piso en París o en Londres, y respirar aire libre de gritos, y sentir alas saliendo de mi espalda, pero daría igual. No duraría. Porque el problema real nunca es el sitio, son las personas.

Hace un par de veranos estuve mirando en serio los alquileres en París... pero no sé francés, y necesitaría un trabajo o se me acabaría todo.

Madrid sigue estando ahí, a las malas siempre puedo hacer una locura (que posiblemente no haré).

Suspirar suspirar... se que puedo hacer cosas pero no tengo ganas. Es honesto: no me apetece. Me apetece mucho más estar aquí divagando, sintiendo que articulo mucho mejor mis pensamientos en una frase que en un cuadro o una escultura.

Empecé el martes una mano en barro y estaba bastante contenta porque le veía algo de mí, pero no sé cómo seguir, no sé a qué adherirla ni con qué pretexto. Así que no voy a continuarla hasta que no lo sepa. No sirve de nada perfeccionar algo que es sólo una parte difusa de un enigma.

Supongo que se acabará secando y estropeando por no ponerme en serio a pensar qué hacer con ella.

Sólo tengo escrito un relato corto, es más bien un fragmento y seguro que si lo reviso es bastante mejorable. El protagonista es un chico, supongo que si escribiese me gustaría serlo: un chico. Y a través de él me gustaría poder dar la visión que creo que tendría y la visión que tendría cualquier chica que se enfrentase a situaciones que implicasen contacto con él, y en parte creo que trataría de humanizarlo a pesar de ser completamente distinto a lo que soy yo, pero sí que nos pareceríamos en ciertos valores y algunos rasgos que seguramente pondría para reirme un poco secretamente.

La verdad es que los chicos son maravillosos, nunca podrían dejar de gustarme, por mucho que logren que llore. Son la alegría en la simpleza porque sí, no necesitan razones.

Los niños también me gustan, sobre todo los que se creen muy listos y te intentan vacilar o los que no saben hablar aún y sólo te miran con ojos enormes.


Voy a acostarme, creo que la falta de sueño está aplacando del todo mi ánimo y quiero aprovechar la tarde. No sé para qué, pero no quiero estar cansada todo el día.

Por cierto, lo que apunté en el folio donde no escribí nada pero sí antes de salir era: "No hay mucho más... imaginar lo que nunca seremos. Genocida emocional".

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