lunes, 18 de abril de 2011

Cuando alguien te gusta

Cuando alguien te gusta y aparece suele encogerse levemente tu estómago. Si la opción de besarle es posible (porque sabes que no se va a apartar ni nada parecido), nadie suele desperdiciarla. Se puede pasear largo tiempo y también compartir el silencio, pero si te sientas frente a esa persona en un banco las opciones se multiplican. Normalmente uno se deleita en contemplar sus ojos y tomar buena nota de sus gestos y sus palabras. Y cuando las palabras ya están de más suele producirse un acercamiento. Lo único que se desea es estrechar su cuerpo junto al tuyo, oler su pelo, besar su cuello, sentir su temperatura. Acariciar su nuca, su cara... hasta besarla, volverla a besar, y seguir mirándola para captar cualquier detalle que en la soledad de tu habitación no puedas hacer tuyo.

Es bonito pensar que la persona que te gusta pueda actuar así porque tú también le gustas. Puedes esperar mucho tiempo... Desear que los días puedan ser así porque sí...

Era bueno pensar que estaba en la trayectoria correcta, construyendo algo.

Ahora me siento en un banco a escuchar, a mirar y a sonreir. Camino y converso, sonrío y pienso. Me vuelvo a mi habitación y escribo. Y ya está. Sin causas, sin consecuencias. Como amigos normales que salen un rato a pasear.

No se puede obligar a nadie a hacer algo que no quiera hacer. También es normal que yo pierda el interés por hacerlo...


Mi bonsai se está muriendo, es bastante alegórico. Pero podría vivir... Yo estoy intentando de todas las maneras que no se muera, pero no sé qué más hacer. No es fácil tratar con seres que no hablan de cómo sienten.

Pero bueno, a ver qué pasa. Igual la semana santa este año es milagrosa.

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