Me gustaría estar sentada junto a alguien en una roca, en la cima de una montaña, o al borde de un acantilado. No necesitaríamos decirnos nada, pues ya sabríamos cómo somos. Sólo necesitaría respirar la brisa fresca, que azote a ratos, y mirar al horizonte, como si éste fuese a devolverme el sentido de las cosas. Pasado cierto tiempo miraría a mi acompañante, y a pesar del largo silencio comenzaría a relatarle aquello que se me agolpa en la mente, me inquieta y me entristece. No necesitaría una respuesta, ni una solución, sólo alguien que me escuche y esté a mi lado.
No hay montaña, ni acantilado más que el de mi propia incertidumbre. Tampoco hay nadie que me conozca así para compartir ese momento.
La prueba del sábado salió bien, es posible que no tenga que operarme de forma urgente. Aún así, sigue siendo inminente, sólo se pospone.
Supongo que si sigo aquí es por alguna razón, que los problemas y las dudas que me acechan no son más que el aprendizaje propio que corresponde para llegar a un tiempo mejor, un estadio superior. En un año he envejecido como cuatro... Es el contacto con la vida real lo que te saca del ensimismamiento y te golpea hasta abrirte los ojos. Lo malo es que ni lloro. ¿Es una evolución adaptarse al fracaso? Debe ser que el lugar donde desemboca el hombre es el desencanto, la anestesia y en cierto modo, la tristeza.
No voy a elaborar nunca la lista de las cosas que no podré hacer, porque se me antojan ya muchísimas. Empezando por las más básicas, como aquello tan hermoso de formar una persona 'y esas cosas'. No voy a disfrutar lo suficiente del contacto con bebés y niños que tanto alegra el espíritu, de un modo tan nimio. Dejaré que el pasado devore ferozmente lo mejor resignándome al futuro del sólo bueno.
Tengo una caja para mis cosas; la caja más melancólica que existe, la de la futura vieja de los gatos... quizá hasta sin gatos. No va a ser en absoluto neutra, pues la mayoría de mis empresas se relacionan directamente con alguien y no es algo que desee cambiar ni alejar de mi.
¿Se puede tener peor suerte que tener exámenes y no tener vacaciones y que te las den y quieras ir a Madrid pero te coincidan inútilmente con el puto Rock in Rio de los cojones? Supongo. También se puede tener diagnosticada una intervención, llevar como casi todo el curso suspenso por un trabajo que a nivel de currículum no supone nada, no tener claro qué vas a hacer, seguir jodida por dentro e innumerables detallitos más que te minan poquito a poco. Pero sí, se puede tener peor suerte, así que hay que conformarse porque esto es ser mayor.
El análisis más sensato que he podido realizar últimamente ha sucedido hace un momento. Me he dado cuenta de que el verano no tiene la culpa, que no es que sea gafe ni me vaya mal por él, es simplemente que siempre me desmorono justo antes del final. En casi todo. Como quien va corriendo y está a punto de ganar una carrera pero empieza a tener dudas y a sentirse afectado por si podrá o no hasta que éste mismo pensamiento le hace perder el equilibrio, desviarse del objetivo y por tanto... perder. Yo no puedo ganar si no tengo a alguien de mi equipo. Alguien que me diga que puedo ganar y sepa que lo dice de verdad. Sé que en los momentos de caída no lo tuve y es por eso mismo que caí. Y esa es toda la explicación posible. Sin culpar a más nadie que a mi misma, qué remedio...
El equipo perfecto es el que consigue ganar a pesar de que a uno le falten las fuerzas, pues el otro hace el esfuerzo por su compañero y viceversa. No puede ser perfecto si uno se queda mirando cómo se hunde todo, ausente, paralizado, desbordado.
Por lo menos aún puedo llorar pensando en esto. Me alegro. Basta de insensibilización y asepsia, de frío análisis y normas plastificadas.
A veces el mundo es tan absurdo, tan injusto, tan mísero...