jueves, 12 de abril de 2012

Versos que construyen lágrimas / lágrimas que construyen versos

Al margen de que cada persona tenga cualidades para tareas diversas y ámbitos distintos, siempre he creído que hay dos tipos de personas: las que son capaces de hacer realidad las ideas que están en su cabeza y las que tienen que copiar o reelaborar las ideas que tuvo otro y supo hacer realidad. Supongo que la traducción es que hay personas que podemos dibujar un caballo sin estar mirando la foto de un caballo ni copiando el caballo que hizo otro. Igual nuestro caballo no es perfecto, pero a cualquiera que se lo enseñes te dirá que es un caballo. Partimos de un concepto, claro está, todo el mundo tiene un inventario previo, que engloba referencias visuales de su cultura u otras, pero aún así, o se puede expresar o no se puede.

Me pareció una pena ver a Marta Nael en el salón del manga de Alicante firmando ejemplares y dibujando mientras tenía que copiar todo el rato sus propias ilustraciones. Es perceptible el que trabaja basándose en fotografías, pero digamos que el estar ahí, copiando como una alumna en vez de elaborar un dibujo libre, propio de lo que ella misma puede hacer, en ese momento, no sé... Ahora su trabajo me resulta menos atractivo, aunque sea igualmente lícito. Pero no dibujaba una chica pensando en una chica, dibujaba la chica que tenía delante, se copiaba a sí misma.

En fin... no se necesita ir a Australia para escribir sobre Australia. Un buen escritor debería poder recorrer el mundo entero con su mente, documentarse para parecer creíble y aportar pasión a esos recorridos imaginarios. Carlos F. Heredero no conocía nada de Wong Kar-Wai y escribió un libro monográfico sobre su obra, de referencia para aquellos que deseamos escribir algo en relación al tema con bibliografía castellana.

Tengo un proyecto literario en mente desde el verano pasado y consiste un poco en eso, la ficción autobiográfica. Aunque en realidad quiero jugar con la forma convirtiéndome por capítulos en muchos autores que me gustan, pero sin dejar de ser yo, de añadir pinceladas reales.

Tú que me estás leyendo no sabes si estoy en China o en Japón. Ahora puedo estar en una barca de dimensiones limitadas. La figura de delante es un hombre en contraluz que nos acompaña desde que dejamos la orilla este. Si acerco la mano un poco más puedo tocar el agua. Atravieso el río Nilo, como me recomendó mi profesor de griego cuando tenía 16 años. Las experiencia es aún más sobrecogedora de lo que él anticipaba. La neblina se posa sobre la superficie. El tono, la humedad, puede envolverte en esta mentira que estás leyendo, ¿qué más da?, tú sólo quieres leer, yo sólo quiero escribir. Tengo 27 años y medio, puedo ser Durás y narrarte cómo me siento en esta habitación. Puedo ser Bukowski y patear camden, y decirte todos los locos que me encuentro y las ganas que tengo de echar un buen trago. O tal vez Nabokov...

Un creador puede llegar tan lejos como desee, puede crear fronteras, puede destruírlas, puede construir ficción dentro de la ficción y vida donde no hay vida, vida más allá de la vida u otra vida distinta.

Si alguna vez escribo quiero poder ser lo que quiera ser, no lo que puedo ser o los demás me dejan. Puedo estar en Saturno y hablar de Urano o de la constelación de las estilas carmesí, y convencerte de que estilas son como escamas lanceoladas de textura geométrica que se desarrollan de un modo similar a la formación de un copo de nieve y por tanto su visión es única en cada unidad, que no hay dos estilas iguales, que cada estila carmesí se crea de un grano de azufre combinado con hidrógeno y oxígeno, y de ahí que su color parezca rojizo. Ahora quieres verla, yo quiero tocarla, queremos conocer su formación, y sin embargo... todo lo que existe son estas letras.

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