martes, 3 de septiembre de 2013

Compañeros y amantes

Creo que ya sé lo que me pasa, y por qué aparte del vértigo que me produce el terminar el máster y su "después" sigo tan agobiada. Parece en apariencia un poco absurdo, pero no creo que haya otra explicación.

Para mucha gente la frase: Más vale solo que mal acompañado, es una máxima que para mí nunca ha tenido sentido, básicamente porque siempre he hecho lo posible por no estarlo, y aunque haya tenido la valentía de pensar en ella y dejar a otros ha sido, en parte, por incompatibilidad total o decepción tan desbordante que el afecto ya no pudiera contrarrestar una incipiente maldad, maldad deliberada, inconsciencia egoísta o ausencia de correspondencia. En algún caso la causa más importante ha sido la ausencia de mundo común, y con esto me refiero a ese ideario que se va fraguando sin querer, las horas muertas hablando de lo que nos pasa, lo grande de sentirse comprendido y apoyado, motivado y alejado de ese daño que aparece en lo cotidiano del devenir...

En mi caso ha sido bastante difícil el disfrutar de un buen compañero que además fuera un gran amante, o dicho al revés, de un buen amante que además quisiera ser mi compañero. Realmente es sustancialmente más fácil que se produzca la segunda, puesto que candidatos suele haber más. La compañía emocional es lo que más tiempo demanda, más esfuerzo y más heridas, de ahí que en general sólo se quiera contar con encuentros fáciles que no compliquen demasiado los intereses personales. Al conocer a alguien no sabes realmente cuál es su planteamiento a nivel sentimental, cómo se desenvuelve en una relación, qué cosas implica y qué no el estar con alguien, y sólo saliendo con esa persona llegas a verlo. Para mí, por ejemplo, es vital el poder comunicarme y sentir que no es una conversación vacía, que el otro punto de vista sirve para fortalecer el mío, que realmente el otro se hace útil de la manera en la que yo quiero sentirme para él. Pero esa parte es un núcleo que debe precisar de otros aspectos para no sentirme demasiado frustrada.

Estoy desengañada, aplacada, demasiado entristecida ya como para pensar que el futuro en este sentido pueda ser algo mejor. ¿Por qué tendría que ser mejor que estos últimos diez años? ¿Porque son otros? Serán iguales pero diferentes, idas y venidas, regalos inmerecidos, minutos y horas llenados de otra manera.

Y sí, realmente creo que lo que pasa es que no sólo es que esté sola y que sea alguien que contempla la vida muy reducida al estarlo sino que no vislumbro una opción real para dejar de estarlo. Las opciones de amantes son caminos que no me interesan, y la opción de compañero se divisa remota. De ahí que haya construido mi abismo: empezar otra vez sin nadie, sin trabajo, sin estar matriculada en nada...

Fue bueno mientras duraron las cosas y aún conservaba la esperanza de forma más o menos intacta. Era realmente reconfortante pensar que podía convertir un aspirante a amante en un compañero sencillamente con esfuerzo y dedicación, pero los años te hacen ver que ahí lo que importa no es eso. Lo que importa es que la otra persona quiera lo mismo que quieras tú, que quiera ser tu compañero y tu amante, que quiera que tú lo seas para él. Y no hay cruzadas infinitas de buenos actos o virtudes que consigan hacer brotar un sentimiento que no tiene un leve atisbo de existencia. Podemos morir en ello infinitas veces.

Han sido demasiados años de espejismos, de elegir opciones descartadas de antemano o de compartir otras hasta su desgaste y denigración, y también de seguir recordando la opción que me gusta a través del tiempo. Pero el momento de despertar ha llegado, a pesar de que me niegue a abrir los ojos o no querer vivir así. No hay más remedio. Soy mayor, se acaba esto.

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