sábado, 2 de marzo de 2013

Grises y de color

Son curiosas las diferencias entre las motivaciones de unos y otros a la hora de viajar, celebrar o atesorar momentos. Para un amplio colectivo el desplazarse geográficamente, al margen de cuestiones laborales, suele tener un sentido lúdico proyectado en su mayoría en beber (fumar, drogarse, o lo que toque), ligar o conocer gente (sexo o amistad) y disfrutar sencillamente por estar allí (pisar un lugar distinto donde posiblemente nadie les conozca). Digamos que ese proyecto no tiene por qué albergar un significado más profundo que implique conectar con la cultura, no marcharse sin ver al menos los lugares emblemáticos o descubrir más sosegadamente otros aspectos de la idiosincrasia de la zona. A veces un evento deportivo, un concierto, pueden justificar el traslado puntual, pero al margen de esos desplazamientos tan concretos... ¿acaso esas motivaciones no corresponden a actividades que se puedan hacer aquí, o donde quiera que vivan? La verdad es que me encanta el ocio, y me gusta tomarme una cerveza o varias, salir de fiesta o entrar a bares, salas y demás sitios donde escuchar música, hablar y conocer pero jamás podría permitirme el desplazarme y no ver absolutamente nada más allá de todo eso, digamos que eso puede estar incluido como "extra" pero nunca ser la razón más importante. Gastronomía, música, literatura, pintura, escultura, idioma... habita tanto en lo extranjero, concentrado en unos pocos días, como una microvida irrepetible que no va a volver a existir. Es una inversión temporal y económica que, al menos, debería servir para conservar recuerdos perfectamente nítidos que equivalgan al esfuerzo.

Pero ambas posturas aspiran a lo mismo: ser feliz. Quizá la primera me parezca sin sentido porque encuentro en ella la aspiración a despojarse de ese yo rutinario para convertirse en ese yo revolucionario que justificado en tal circunstancia trata de colmar esa experiencia como compensación a su frustración diaria, que le espera de vuelta. Cualquier conducta represiva acaba trayendo consigo una explosión o una canalización inesperada, de ahí que me parezca vital la introspección y el interrogarse para no descubrirse un día afectado por esto. Y millones de personas viven un yo cotidiano que no les identifica porque no saben o no se atreven a desarrollar al que de verdad aspiran. Últimamente miro a mi alrededor y contemplo demasiadas personas mayores tratando de sentirse jóvenes otra vez, de hecho, la mayoría de la gente de mi edad me parece ya demasiado "mayor". Chicos que antes eran adolescentes ahora visten chaqueta y tratan de ocultar su alopecia incipiente, aunque otros días luzcan sport han asumido una madurez inmerecida. Me niego, me niego rotundamente a lucir como si tuviese veinte años más simplemente porque es más correcto, cuando precisamente son ellos los que tratan de rescatar las actividades propias de alguien adolescente. Yo viví los conciertos, los festivales y los planes festivos cuando procedía, y los sigo viviendo cuando me apetecen en una línea continua. Quizá en ello veo el error, han ensombrecido tanto su existencia que necesitan buscar colores, colores que estallen puntualmente y se desvanezcan a la mañana siguiente. Colores en otro país, sentirse con color porque el resto del tiempo son siempre grises. Yo soy color, y soy exceso, y no soy más el yo que quiero ser porque aún no he encontrado los medios, pero me parezco bastante al yo que quería ser (hablando de personalidad, se entiende). Viajo para ver y disfrutar y cuando viajo soy yo misma y no me escudo en el extranjero para destapar una cara oculta que sea mucho más auténtica que la diaria. Soy Lash por la noche y por el día, y mucho más con la gente que me acompaña en ambos, a pesar de que cualquier personalidad tiene matices en función del entorno.

Siento que hay tantas sensaciones en lo nuevo como en lo viejo. La vida debería tener un ritmo acorde con nuestra propia melodía. Ojalá mi vejez transcurra tranquila en una casa tradicional japonesa rodeada de arbolitos y plantas. Ojalá ningún día fuese común.

Se palpa mucho plan B en general. La gente está conformada a vivir como puede porque es lo que hay, pero no es así. No es lo que hay, es lo que consentimos. Nunca me he definido antisistema porque creo que eso incluye una serie de connotaciones demasiado anárquicas pero no estoy a favor de este sistema. El único sistema en el que puedo creer es un sistema conformado por numerosas voces, que actúen coordinadamente, de forma actualizada, y no una democracia demagógica, arcaica, que no se revisa nunca. Creo en una construcción real y efectiva de los valores y normas de una comunidad. La comunidad somos todos y por ello nadie debería pasar hambre, no tener vivienda o sufrir por carecer de cobertura sanitaria. No me gusta un mundo en el que necesite un papel para pisar otra tierra ni en el que mi tiempo en ella sea limitado porque alguien con un arma puede venir a echarme. No concibo un mundo en el que haya seres humanos que no tienen agua potable o mueran por hambre. Pero todos estamos tan absortos en nuestra realidad inmediata que vemos ya tan desgastada que lo de menos es ponerse a mirar eso que queda tan lejos. No sé en qué momento nos vendieron esta Historia pero no es la historia que quiero leer. Algo funciona mal en la gente que se deleita simplemente en poseer más, y mucho peor quien se deleita en el que otro posea menos.

A veces siento que la vocación está bien pero hay gente ahí por la que no quiero hacer las cosas, que no quiero seguir fomentando esto de ninguna manera, que me gustaría tener un trozo de tierra en esta Tierra al margen de todas esas cosas que no tienen valor alguno, empezando por el dinero. Pero eso no es posible de momento, así que tendré que optar por la actividad que me parezca algo más limpia, partiendo de que ninguna lo es, o hasta que pase tanta hambre que tenga que cederle mi alma al diablo. Sólo vestir esta ropa y usar estas teclas es seguir oprimiendo a personas de otros países, gente que hemos convertido en pobre sin serlo, porque alguien decidió en algún momento que se era mejor con unos cuantos trozos de papel moneda en el bolsillo. No queremos ser cómplices pero lo somos.

¿No podríamos pararlo todo y empezar de cero?

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