sábado, 15 de septiembre de 2012

Familia

Hermano es quien te ayuda en la adversidad, no sólo alguien que comparte apellidos contigo.

Mi familia es un desastre aunque se insista en decir y aparentar lo contrario. La democracia no sólo dejó de existir en este país, también dejó de existir en mi entorno.

Ayer acabé cenando con gente que definitivamente no es de mi clase social, básicamente porque no somos la misma clase de personas. No sólo porque venían de ver los toros y porque nos llevaron a cenar a uno de los tantos sitios para ricos de la ciudad, sino porque todas las ambiciones, todas las conversaciones giraban en torno al desprecio por lo diferente y la aspiración de ser aún más. El ejemplo a seguir Paco el Pocero, o como se llame ese individuo. Alguien que pegó el pelotazo comprando terrenos, qué sé yo. El resumen al margen es que me vi increpada por ser lo que soy, por vivir con quien vivo y por salir con quien salgo. Si eso no fue suficiente, se acercó un pobre a la mesa, un hombre que vaga por el centro igual que tantos otros. Siempre pide una ayuda con educación y de forma simpática, me ha pedido muchas veces cenando en otros locales. El caso es que dijo que era su cumpleaños, que cumplía 48 pero parecía que tenía 2000. Se rió cuando lo dijo. Está muy delgado, yo diría que consumido por las drogas. Él también lo sabe, supongo. El caso es que nunca suelo dar dinero, porque no lo tengo o porque son muchos, o porque ya doy a los que aparcan... no sé. Saqué 70 céntimos y se los di. De las 20 personas que habíamos cenando posiblemente soy la única que no trabaja, que vive sola, y que no tiene ingresos ni perspectivas cercanas de conseguirlos. Los demás con sus ropas de marca, hijos de papá, señoritos hijos de nadie con camisa para aparentar pseudo-opulencia, demás fauna ibérica indefinida, o precisamente, gente más bien indefinida de los del no sé, no contesto. Ninguno, ninguno, ninguno se rascó el bolsillo para sacar una moneda. Nadie exceptuándome le dijo "felicidades".

El resto de la noche no fue tan mal pero al volver, supuestamente, cogimos un taxi para ir a casa de mis padres, dormir y a la mañana siguiente poder coger el coche que uso ocasionalmente para desplazarme (por no decir mi coche) y así regresar a mi piso. La diversión viene cuando después de gastar el dinero en el taxi, llegamos y mis padres han escondido las llaves. Ya no había ninguna razón para dormir allí. El caso es que llamé y no me dijeron donde estaban. Mi hermano tampoco se ofreció a acercarme en coche. Me vine andando a las cuatro de la mañana o la hora que fuese. En el asedio de camino por la lluvia de llamadas me caí de rodillas en el asfalto. Tengo las rodillas despellejadas. La izquierda me duele bastante. El resto del camino no contesté. Saqué la batería del teléfono al llegar y me acosté.

Mi primo, el huérfano, el que no estudia, el que no tiene la enseñanza básica terminada, el aparcacoches, el artista callejero, el vegano, el etc. me acompaña con la bici por la noche siempre que volvemos juntos a casa.

Ya no pertenezco a ningún hogar.

2 comentarios:

  1. La familia deberían ser aquellos que encontramos a lo largo de nuestra vida, cuando realmente sabemos lo que somos, y a los que podemos elegir por cómo nos quieren. Lástima que en muchos casos, me incluyo, las cosas no vayan bien a la primera.

    Sea como sea, bienvenida a tu nueva vida, supongo. Crea tu hogar. Elige a quién tú quieras y vive a tu manera.

    Un saludo,

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  2. Muchas gracias Phoebe, espero que también te vaya bien. Un saludo, gracias por comentar.

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