sábado, 18 de agosto de 2012

Tampoco dormir arregla mucho


Pero a la mañana siguiente despiertas y prefieres dar descanso a la mente, aunque el suelo que pises siga igual de ígneo. Tal vez es el efecto de la jaula en verano, la aproximación. Estar aquí por la conexión y saber que el momento de la vuelta llegará. Aunque ayer la tormenta llegó al lugar casi perfecto como cúlmen de días donde la conciencia no se había percatado de lo que inconscientemente me desestabiliza. No será lo más importante, pues hasta ahora es sólo un daño mental que puedo infringirme, sin detonante material como práctica, aunque sí como teoría. Quizá el influjo de septiembre tiene la culpa y de repente la marea me ahoga como cuando estaba aquí. O igual es el espejo y el tiempo, que por mucho que lo niegue me presionan hasta hacerme caer cuando, sin embargo, deberían ser mi testigo para ser más sabia. Para mucho siento que lo son...

Quiero que llegue el frío. Que me invada por fin el cambio de estación y me sorprenda en el lugar casi perfecto. Ver caer las hojas de la morena que hay enfrente de la ventana y respirar la noche fresca, anticipada por la feria y su olor ultradulce. Quiero que el camino aparezca por sí solo, que algo sea fácil.

Pero no quiero pedir, porque todo está mejor que hace un año, en ese periodo de silencio que vivió este blog. Hay cosas que es mejor imaginárselas.

Así que seguiré imaginando lo menos malo, a pesar de los asaltos casuales, hasta que la realidad se convierta en lo que es normal para tantos otros, y tenga que volver a buscar o me quede en standby.


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