Mi vida está llena de derrotas, pero en el amor nunca me he rendido sin luchar. He pasado por encima de todo y de todos. Con diecinueve estuve a punto de irme de casa, con veinte y veintiuno fui a todas partes, ahora con veinticinco vuelvo. Y vuelvo para empezar. Porque esto no es un juego, ni una pugna por quien gana, es la vida, lo verdadero, lo que tenemos o lo que no, lo que anteponemos y lo que dejamos; lo que amamos.
Supongo que en el mundo habrá alguien que realmente me entienda, me complemente y sea capaz de escuchar la única voz que debe regir tus acciones: la propia. La de tus deseos, tu ímpetu y tu voluntad. Y sólo así daremos lugar a respuestas no cambiantes. Y no nos temblará la voz ni la mirada.
Ayer llevaba en el bolso una muñequita kimmidoll que simboliza TOKI, la oportunidad ('Opportunité', de entre todas elegí esa) para ver si me reportaba algo de magia, de casualidad. No pasó.
Hoy no es ayer; ayer no existe. Ni siquiera es un fantasma que me haga dudar, contra el que tenga que luchar interiormente. Es simplemente algo inmaterial, que sólo podremos afirmar con la seguridad de que reside en la memoria y que, si otro no contrasta, no habrá pasado.
Sólo hay dos formas de contemplarme y una posible de conocerme (vislumbrar mi realidad): desde fuera, lo único que se puede ver son sonrisas, fiesta, música, acción, y disfraces, muchos, todos los que quiera; desde dentro, todo. Todo lo bueno y todo lo malo elevado al máximo, pues así soy.
No hay nadie dentro. Ninguna excepción.