Vayámonos al mar a pisar la arena fría, a recostarnos en el sonido de la brisa y perdernos en el vacío y el lleno del cielo, donde no recuerde quién seas tú ni quién sea yo, y el silencio nos acune y nos aleje. Vamos a la montaña a mirar los candiles y las estrellas, y las crestas de la ciudad; a soñar con un eco que devuelva alas a nuestra esperanza, a contemplar sin rencor quienes somos, a escondernos en el instante y encontrarnos fulgurando allí arriba.
Quedémonos tan sólo aquí diciendo la verdad sin metáforas, perteneciendo al presente único, sumidos en el respiro de este equilibrio de cristal.
Seamos nosotros,
otra vez.