Esto básicamente se aplica a la mayoría de cosas del mundo.
Hay personas más conectadas con lo que es el ser mismo y otras más ligadas a su idílica representación. Y yo hace tiempo que abandoné el lirismo y las estrellas fugaces que acababan por tener un interior extinto.
Hay un abismo en la alteridad, y nuestra intimidad es el puente, pero socialmente uno puede quebrarlo en pro de su propia representación. Yo he quemado los puentes miles de veces en pro de nada, sumida por mi caos, amparada en la catástrofe de una historia que no puedo cambiar, pero sí superar. Y aunque el chico del verano crea que jamás he escuchado sus palabras, sí que lo he hecho, y sé que mis decisiones y mi éxito pasarán por desprenderme de ello. Otras personas los queman en pro de su propio ego.
Pero no voy a hablar de esa otra historia de puentes rotos y confianza quebrada que podría haber sido la mejor si no hubiésemos cometido tantos errores. Porque sería llorar inútilmente.
Es mejor ver más allá del cabello y los ojos, de si la piel y la voz es suave...
Este año he aprendido bastante.