sábado, 10 de marzo de 2012

La dolce vita

La madurez puede ser una época cruel en la que estemos tan absolutamente convencidos de que todo va a salir tan mal que ni sintamos motivación por empezarlo. Y seguramente fuimos aquellos jóvenes impetuosos sin miedo a las consecuencias. Los mismos que toparon con ellas cierto día.

No es exactamente miedo a pasarlo mal, el problema es que tengo un fantasma detrás. La historia sin final que se ha hecho crónica... mejor que no vea otro desdichado inicio. No sé muy bien qué hacer. Sobre todo cuando una vez por semana aproximadamente la ventana al caos se abre con alguna conversación que otra.

Y sigo siendo ilusa queriendo construir otra cosa. Sonrío porque estoy nerviosa, y me preocupo si los demás se preocupan por mi, cuando no sé bien hasta qué punto podré ser todo lo que ellos esperen. Sigo en standby. Y seguir de verdad implicaría reiniciar mi sistema emocional. Si desde 2004 todo ha ido igual de mal... debería estar sola.

No quiero ser un problema, preferiría no serlo. Al margen de que todo lo que está al margen de problemas me encante.